Corre el año 1872, y desde el Río de la Plata parte el vapor Lincoln , que une las pampas del sur con las ventosas costas de Norteamérica.
Un viaje de rutina, que será escenario del encuentro de dos seres predestinados. Jim Morris oculta una oscura identidad bajo sus modales de caballero sureño. Las razones de su estadía en la tierra argentina son tan enigmáticas como su temperamento. Nadie sabe a qué se dedica, ni se atreve a desafiar la dureza de su mirada. Nadie, salvo Claramaría La Rochelle, novicia de la Orden de Nazaret, que dos años antes arribó a Buenos Aires para brindar ayuda y consuelo a las víctimas de la fiebre amarilla que asolaba la ciudad. A pesar de no haber formulado todavía sus votos definitivos, Clara se siente consagrada a la obra de Dios y no anhela otra cosa que portar el velo. Sus razones son tan enigmáticas como las del hombre que despluma a sus compañeros en la mesa de póquer del Lincoln.
Uno y otro se verán obligados a conocerse a lo largo de ese viaje revelador para ambos. El tahúr y la novicia se verán atados por un vínculo que no sólo desafiará sus respectivos planes, sino que los llevará por el derrotero que dos seres desarraigados como ellos debían recorrer, tarde o temprano.